Pocas personas reconocemos nuestros fallos y errores, y aún menos rectificamos las acciones cometidas, pero son aún más escasas quienes piden disculpas por sus hechos.
La persona que es honesta, por sí misma, es garantía de fidelidad, discreción, trabajo profesional y seguridad en el uso y manejo de los bienes materiales, tanto personales como ajenos.
Por el comportamiento serio, correcto, justo, desinteresado y con espíritu de servicio que adquirimos mediante la honestidad, esta se convierte en uno de los valores más importantes para el perfeccionamiento de nuestra personalidad.
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